martes, 17 de marzo de 2009

Un tercio de los pacientes trasplantados renales fallecen por mortalidad cardiovascular o por cáncer, no por rechazo del injerto.


En un momento en que los tratamientos inmunosupresores han conseguido que el rechazo agudo en los pacientes trasplantados renales sea algo casi anecdótico, el cáncer se ha convertido en la segunda causa de muerte prematura entre estos enfermos. De hecho, la incidencia de la patología oncológica en los trasplantados renales es en su conjunto 10 veces superior a la de la población general de la misma edad, sexo y raza.“En este momento, se buscan terapias que no disminuyan tanto la inmunidad general del paciente trasplantado con el fin de minimizar el posible desarrollo de tumores. De hecho, en los últimos años se está observando que el cáncer se ha convertido en un problema que aumenta la morbi-mortalidad en esta población, acortando la calidad de vida del paciente y la vida del injerto renal. De ahí, la importancia de revisar la situación actual de la problemática del cáncer en los pacientes trasplantados, sobre todo renales.El principal objetivo del Course Cancer and Renal Transplantation Updates que, organizado por la European Renal Association y la European Dialysis and Transplant Association (ERA-EDTA), se celebra desde hoy en Barcelona y reunirá a más de un centenar de prestigiosos especialistas, entre oncólogos y nefrólogos”, explica el doctor Josep M. Campistol, coordinador local del curso y director del Institut Clinic de Nefrología i Urología (ICNU) del Hospital Clinic de Barcelona.Según los expertos, los grandes avances en el mundo de la inmunobiología han permitido un mejor control de las complicaciones asociadas al trasplante renal consiguiendo el éxito del injerto en un elevadísimo porcentaje de esos pacientes. En este punto, el gran reto se centra en la relación entre el tratamiento inmunosupresor y el desarrollo de cáncer, dependiendo del tipo de terapia que se está utilizando, su intensidad y duración. De hecho, actualmente los expertos coinciden en señalar a los tumores post-transplante como la causa principal de morbilidad y muerte asociadas con la inmunosupresión mantenida tras el transplante de un órgano.Lo cierto es que las terapias inmunosupresoras, que se prescriben a las personas sometidas a trasplante de un órgano para inhibir su sistema inmune y evitar que se produzca un rechazo del órgano trasplantado, pueden comportar riesgos al afectar la capacidad de defensa del receptor frente a las infecciones y también al desarrollo de tumores. “Afortunadamente, en los últimos años ha aparecido una nueva clase terapéutica de inmunosupresores, los inhibidores del mTOR, que han demostrado una actividad antitumoral interesante en varios estudios experimentales, aclara el doctor Joan Albanell, jefe del servicio de Oncología del Hospital del Mar de Barcelona y uno de los ponentes del curso.Inmunosupresores nuevos vs tradicionalesLos modernos tratamientos inmunosupresores no sólo han supuesto una importante mejora en el trasplante renal, en cuanto a un decrecimiento significativo en la incidencia y severidad del rechazo agudo del injerto, sino que, además, pueden ayudar a reducir parte del riesgo de cáncer asociado al trasplante renal. “En este caso, el papel del oncólogo es ayudar a identificar estas nuevas dianas terapéuticas. En concreto, podemos hablar de una nueva familia de fármacos, los inhibidores del m-TOR (que es una proteína central para el crecimiento de muchos tumores), cuyo potente efecto antitumoral puede reducir la incidencia de cáncer en los pacientes trasplantados”, afirma el doctor Albanell.Estos agentes inmunosupresores, “además de reducir la incidencia de tumores, sobre todo cutáneos -el tipo de cáncer más frecuente en los pacientes trasplantados-, pueden prevenir otros tumores más agresivos que afecten a órganos como el pulmón, la mama o el tubo digestivo, potencialmente letales”, añade el doctor Campistol